El vino que tiene el vino…

Estamos en época de vendimia, el fruto rey de esta cosecha es la uva procedente de la planta de la vid.

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El vino, apreciado en todo el mediterráneo y en el resto del mundo, no debemos olvidar que es ser una bebida alcohólica hay tomarla con moderación. Hoy una oda al vino, al arte de la producción artesana y a su historia en el mediterráneo.

Su valor como bebida del mediterráneo.

Las bebidas fermentadas más importantes del Mediterráneo son la cerveza y el vino, por orden de antigüedad, pero su valor gastronómico y simbólico es inmenso. El vino fue siempre el de mayor prestigo. Sin embargo, ni la una ni la otra son las más antiguas, pues el hidromiel fue, en realidad, el embriagante que primero conocieron los pueblos indoeuropeos. Tampoco fueron las únicas, ya que se elaboraban bebidas fermentas de baja graduación alcohólica con dátiles y otras frutas.

Estas fermentaciones dirigidas por el hombre e las que intervienen zumos de frutas con mucho azúcar o cereales (ricos en almidón), los cuales, por la acción de levaduras, se convierten en alcohol, pueden considerarse, junto con la elaboración de quesos y otros fermentados lácticos, el inicio de las biotecnologías alimentarias.

El vino es una bebida fermentada de máximo prestigio, aristocrática y refinada, desde que los griegos lo elevaron a la categoría de alimento sagrado, fuente de inspiración divina y fluido noble para libaciones y sacrificios, idea que más tarde recogió el cristianismo. Los monasterios cristianos fueron grandes impulsores de la viticultura en todas las tierras aptas para el cultivo de la vid, incluso en aquellas cuyas condiciones climáticas no eran totalmente ideales para ello. El vino pronto se convirtió en la bebida mediterránea por excelencia, más allá de las restricciones impuestas por la religión –uno de los grandes poetas del vino fue el persa Omar Jayam– y adquirió un gran valor como elemento central en las relaciones sociales. En el mundo romano, el «convivium» era el momento del banquete destinado a beber vino y hablar, que se desarrollaba al final de la comida, durante el cual se tomaba vino mezclado con agua en proporciones previamente establecidas.

La gastronomía actual, originada en Francia, sólo considera el vino como bebida digna de acompañar una comida de alto valor culinario.

En la cocina.

El vino ha sido un ingrediente habitual en los guisados como parte de la salsa base de cocción, a la que contribuye con  el aroma característico de cada variedad. Asimismo, se usa como líquido de maceración para ablandar las carnes más duras. Para estos menesteres, lo mismo se usan los vinos normales, tintos o blancos, como los generosos de alta graduación. Es justo considerar el vino un condimento usado con frecuencia en los platos de fiesta. También se utilizó a menudo como «mítico» elemento energético y complemento alimentario, por entender que aportaba fuerzas y propiciaba la formación de glóbulos rojos, sobre todo el tinto (evidentemente tengo que matizar que esto no es cierto).

Por otro lado, el vino es parte implicada en una de las prácticas gastronómicas más características del Mediterráneo: «el piscolabis«. Existe ciertamente una larga lista de alimentos para comer fuera de horas, o como aperitivo, mientras se bebe. Las tapas, pequeñas raciones de comida ofrecen el placer de la diversidad, son un ejemplo: olivas, almendras, queso, embutidos y muchos platos cocinados en locales públicos o en casas particulares. El vino tomado así, comiendo, es más saludable y contribuye, como vínculo, al desarrollo del acto social.

Recuerda brindar con salud, el vino es una bebida alcohólica de alto contenido en calorías que hay que disfrutar con moderación y en momentos puntuales. ¡Haz cultura saludable!

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Tu Dietista Mari Carmen Ramírez
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